sábado, 6 de octubre de 2012

Al-ʼIskandariya

Te alzas Alejandrino sin serlo.
No se ve el mar desde ningún muro tuyo, ni desde los más altos.
No hay oros, ni bullen en tus mercados las esencias más preciadas traídas de la India, o de la China.
Pero debidamente empaquetedas las guardamos, ordenadas.
Te alzas, no hay dique heptastadio que te una a un Faro.
Solo y tan centrado, que nunca te has molestado en centrarte.
No hay bronces, ni sedas, ni trasiego de persas, griegos, ni tanta historia agrieta las sombras de tus calles.
Pero también tienes biblioteca. Y la ignorancia del que te gobierna, la hace arder, igualmente.
Cuatro faros le sostienen la mirada a Sóstrato y marcan el camino de vuelta, agarrando nuestro pecho.
Al-medina.

Cuánto sufres, no se alcanza la paz en tus rincones, desde nunca.
Diría que tu dolor es antigüo, alejandrino.
Sueño con escalar uno de los faros y saltar de un edificio a otro.
Monstruo de asfalto, tienes una belleza sobria y quieren decorarte como una moderna ciudad europea. Absurda.
Monstruo de asfalto, te decoran y me parten el alma.
Esfinge de piedra, te han colocado un absurdo cristal de bohemia.
Hay diseño hasta en el empedrado de Huertas y en el verde fango que crece bajo el Manzanares.
Me refugio en el muro desde el que contemplo el Matadero.
Monstruo de asfalto, no te hace falta estilista. No te hace falta estilista.

Solo, frío, solo y frío. Mi monstruo de asfalto, eres bello.
Acaricio tus calles, tus edificios. Mi monstruo de asfalto, asfixias intrusos.
Al-Iskandiraya mía.
Al-Iskandiraya mía.
No te dejes, despréndete de toda esa tontería.
Engulle a quien maquilla tus putas, trágate esas nuevas importadas tiendas. Trágatelas todas.
En mi corazón siempre serás La Ciudad, la ciudad mía de todas formas. Pero, no te dejes.
Resiste y recuerda.
De Madrid, al cielo.

martes, 2 de octubre de 2012

Es normal que te falte el aire vairas veces al día,
que se acerque el final de la Tierra a tus pies y
cuando camines,
es normal que sientas vértigo.
También es normal que te duelan los huesos y las sienes como si te estuvieras haciendo viejo
y que tu reflejo del espejo se deshaga al mirarlo.
Probablemente no sea raro tampoco, la sensación arenosa de mi piel,
como si fuera de lejos tan consistente y de cerca tan frágil, como un castillo de arena.
Dicen que cuando te haces mayor comienza el miedo a hacerte compañía.
Sentado a mi lado comenta cada idea, no dejará pasar por alto un pensamiento.
A dentelladas sigue mis pasos. No encuentro descanso, me duelen los pies.
Me planto, yo así no sigo andando.

Es normal, contemplar la vida como si fuera un bello atardecer
y darte cuenta, luego, cuando ha oscurecido.
Y es normal, debe ser normal llevar la soga al cuello
pues no entiendo quien la escapa, cómo lo ha hecho.

Arrancarme la piel sería poco, pero lo haría.
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